La recuperación económica es una de las principales tareas que tiene la región Macarena-Caguán. Lograr números positivos ayudarían a la generación de empleo y a elevar la calidad de los servicios públicos como la educación, la salud y la infraestructura.
A mediados de 2015, varios municipios del Meta se tomaron los titulares de los noticieros de televisión y llenaron decenas de páginas de los principales diarios y revistas del país con crónicas y reportajes que llamaban la atención sobre el contraste que se evidenciaba entre la vida, el comercio y la dinámica económica que se habían dado en la región, desde la segunda mitad de la década de 2000 hasta 2014, y lo que comenzaba a ocurrir en ese momento.
En el primer capítulo de esas historias se narraban las bondades que habían llegado con la bonanza petrolera. El alto precio del barril de crudo les giraba grandes recursos vía regalías; generaba empleos en los campos de extracción de crudo y de gas, y en empresas de servicios relacionados con estas industrias, para locales y foráneos; les daba alto poder adquisitivo para la mayoría de habitantes y un crecimiento del PIB de más de 10% en el año 2012.
La segunda parte daba cuenta de cómo ese mismo PIB el año siguiente solo crecía menos de la mitad y seguiría cayendo para terminar 2015 no creciendo ni 2%. Por supuesto, eso implicó la caída en la generación de nuevos empleos, el despido de cientos de trabajadores de la industria extractiva, la caída en la exploración y perforación de nuevos campos petroleros, el cierre de decenas de comercios y, claro, menos regalías llegando a las finanzas públicas.
Fue un aterrizaje doloroso en la realidad. Al departamento le ha costado levantarse de ese golpe, tanto que el crecimiento del PIB del Meta en 2016 –dato más reciente disponible en los informes del DANE- fue de -6.6% que lo graduó como el de peor desempeño en el país.
Pero no solo las cifras oficiales resienten esa caída. Las opiniones recogidas por el estudio Colombia Rural Posconflicto 2017 dan cuenta de que la economía es el principal problema del país (22.9%) y es el segundo problema más importante del barrio o la vereda en la que habitan (18.5%) para los habitantes de la región Macarena-Caguán, que incluye a los municipios de Mesetas, La Macarena, La Uribe, Puerto Rico, Vistahermosa, en el Meta, y a Cartagena del Chairá, El Doncello, El Paujil, La Montañita, Puerto Rico y San Vicente del Caguán, en Caquetá.
Además, el 71.6% de los hogares dijo que sus ingresos son menores a un salario mínimo; el 75% de los hombres asegura estar empleado, mientras que ese indicador entre las mujeres solo llega al 27%. Mario*, quien se la ha pasado los últimos meses yendo de un trabajo temporal a otro en fincas ganaderas de Caquetá, tras ser despedido de su trabajo como técnico en una empresa de servicios petroleros del Meta, cree que la situación es peor porque ni las empresas ni los mandatarios piensan a largo plazo. “Aquí llegaron los taladros y los carro tanques y todo se apostó por el petróleo. Pusimos todos los huevos en la misma canasta y como la plata llegaba desde allí, nadie pensó en que el crudo se iba acabar y que había que invertir y desarrollar otros negocios”. El desempleo se convirtió en un problema en la región porque esa industria no solo recluta a los habitantes de los municipios donde están los campos de extracción, sino que poblaciones vecinas y de otros departamentos también vivían del oro negro.
El desafío entonces se convirtió en conseguir una ocupación en otra actividad económica y que, aunque fueran menores, garantizara ingresos, Pero en el camino había más obstáculos. A las mujeres, por ejemplo, le pasan cuenta de cobro si son madres. Dayana*, quien nació en El Doncello y que a sus 27 años no puede dejar de trabajar porque su hija de tres años no tiene a nadie más, dice sentirse discriminada en esa búsqueda de empleo. “Me han ofrecido trabajos mal pagos, sin prestaciones, sin un seguro médico. En la última entrevista me dijeron que me pagarían la mitad, solo por pedirles que me permitieran trabajar en un horario diferente. Entrar más temprano, para salir más temprano y poder recoger a tiempo a mi hijo en el hogar donde lo cuidan”.
Carlos* también ha fracasado en su búsqueda de empleo. Él nunca ha tenido nada que ver con la industria extractiva, lo único que sabe de petróleo es que la gasolina “está carísima”. En La Montañita, municipio en el que nació y en el que ha vivido siempre, no ha corrido mejor suerte que los “afectados por la caída del petróleo”. Según él, la corrupción es la que decide a quiénes contratan, si de empleos públicos se trata. “Hay discriminación, pero no racial, por parte de los funcionarios. Si usted, por ejemplo, no tiene la formación académica exigida, pero sí la experiencia, no lo contratan, a menos que pague para que sea seleccionado en el proceso”.
Rubén*, quien tampoco ha tenido nada que ver con el petróleo y quien vive en un municipio más grande, San Vicente del Caguán, esperaba correr con mejor suerte en la búsqueda de un trabajo, “pero eso es igual para todos en esta región. En el campo tampoco hay trabajo, y si hay, son mal pagos. Aquí en San Vicente, si usted quiere un buen trabajo tiene que buscarlo en el sector público y tenga la seguridad de que a cambio de plata lo consigue. A los caciques que lo enganchan usted tiene que pasarle una plata de su salario”.
Para los habitantes de Macarena-Caguán el panorama del empleo es desalentador, pero también lo es el de la salud, la educación y la infraestructura. Precisamente, el estudio Colombia Rural Posconflicto reporta que para el 40.4% de los habitantes de esta región el mal estado de las vías es el principal problema de su barrio o vereda.
“Aquí en San Vicente las vías de entrada al municipio están en muy mal estado. Es cierto que la Alcaldía ha hecho trabajos de reparación en algunas calles de los barrios, pero ni la Alcaldía ni la Gobernación ni el Gobierno Nacional han hecho nada para arreglar la vía a Puerto Rico desde hace tres años, y en la vía a Neiva no hay ni presencia del Invías. Los derrumbes ocurren y nadie hace nada. Es el abandono total”, dice Ángela, comerciante del centro del municipio.
Ese mal estado de las vías, para productores y comerciantes de la región, es el culpable de que los productos se pierdan, porque no se pueden sacar, o porque cuando llegan a su destino están dañados o son muy caros para competir con los de otros municipios. “Esas trochas, porque son trochas, no solo hacen que perdamos las cosechas, sino que compremos más caro lo de afuera. En algunas ocasiones incluso sacamos nuestras cosechas, pero no podemos pasar por los derrumbes. ¿Qué hacemos? Nos devolvemos y los terminamos vendiendo aquí, más caro, donde deberían ser más baratos”. Ese es el panorama que presenta Juan Manuel*, líder de una cooperativa de productores agrícolas de Puerto Rico, Meta.
Sobre la educación las voces no desentonan con esa frustración. Sofía* tiene una niña de 11 años y otra de 9. Vive en San Vicente del Caguán y que ellas estén en el colegio solo media jornada le parece un error del sistema educativo. “Uno aquí tiene que trabajar todo el día en uno, dos o tres trabajos porque no se puede dar el lujo de quedarse en la casa. Y las niñas salen a mediodía del colegio. Es difícil cuidarlas y pierden mucho tiempo que lo podrían aprovechar los colegios para enseñarles más cosas y ponerles más tareas. La exigencia educativa es muy laxa”.
La infraestructura de las instituciones educativas también suma peros. “Las jornadas no son completas porque no hay suficientes instalaciones para recibir a todos los niños y jóvenes en jornada única, así que para que todos tengan acceso se deben recibir unos en las tardes y otros en las mañanas. Tenemos también que mejorar en la metodología de enseñanza y en los cursos que ofrecemos, porque los estudiantes salen a enfrentarse a un mundo distinto al que estudian en los salones de clase”, asegura Diana*, profesora de un colegio público de Vistahermosa.
En la salud también hay tareas pendientes. “Falta inversión en la región. El sistema está colapsado, la calidad es muy baja y las instalaciones se están deteriorando. Como las regalías bajaron, el alcalde tiene la excusa para decir que no hay recursos para mejorar el hospital y para dar atención de calidad”, dice Edwin*, uno de los enfermeros del hospital público, en uno de los municipios de Caquetá.
Así las cosas, el desafío mayor de Macarena-Caguán después del petróleo y en medio del posconflicto, parece resumirse en una sola palabra: inversión. Y para lograrla se requiere fortaleza institucional y diversificación económica, para que la región no dependa de una sola actividad, y menos de una actividad con fecha de vencimiento, como lo es el petróleo.
*Nombres cambiados por seguridad.